jueves, 27 de diciembre de 2012

¿ES USTED LA ESPOSA DE DIOS?

Un niño estaba descalzo frente a una tienda de zapatos, apuntando a través de la ventana y temblando de frío. Una señora se le acercó y le dijo:


Mi pequeño amigo, ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?. La respuesta del chiquillo fue:

"Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos". La mujer lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda, le pidió al empleado le diera media docena de pares de calcetines.

Preguntó si podría prestarle un envase con agua y una toalla. El trabajador rápidamente le trajo lo que pidió. La dama llevó al pequeño a la parte trasera de la tienda, le lavó los pies y se los secó con la toalla. El dependiente la esperaba con los calcetines, la mujer le puso un par de ellos al chico y le compró unos zapatos. Guardó el resto de las medias y se las dio. Luego, acariciando al pequeño en la cabeza dijo:

"No hay duda amiguito que te sientes más cómodo ahora".

Mientras ella daba la vuelta para marcharse, el niño la alcanzó, la tomó de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos le preguntó:

lunes, 10 de diciembre de 2012

EL ESPEJO DE LA VIDA


MURIÓ LA PERSONA QUE IMPEDÍA TU CRECIMIENTO

Un día, cuando los empleados llegaron a trabajar, encontraron en la recepción un enorme letrero en el que estaba escrito:

"Ayer falleció la persona que impedía el crecimiento de Usted en esta empresa. Está invitado al velorio, en el área de deportes".

Al comienzo, todos se entristecieron por la muerte de uno de sus compañeros, pero después comenzaron a sentir curiosidad por saber quién era el que estaba

impidiendo el crecimiento de sus compañeros y la empresa.

¡ La agitación en el área deportiva era tan grande que fue necesario llamar a los de seguridad para organizar la fila en el velorio.



Conforme las personas iban acercándose al ataúd, la excitación aumentaba:



¿Quién será que estaba impidiendo mi progreso? ¡Qué bueno que el infeliz murió!!

Uno a uno, los empleados agitados se aproximaban al ataúd, miraban al difunto y tragaban seco. Se quedaban unos minutos en el más absoluto silencio,

como si les hubieran tocado lo más profundo del alma.



Pues bien, en el fondo del ataúd había un espejo, ...cada uno se veía a si mismo.... con el siguiente letrero:



"Sólo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento: ¡TU MISMO"!

Tú eres la única persona que puede hacer una revolución en tu vida.

Tu eres la única persona que puede perjudicar tu vida, y tu eres la única persona que se puede ayudar a si mismo.

TU VIDA NO CAMBIA CUANDO CAMBIA TU JEFE, CUANDO TUS AMIGOS CAMBIAN, CUANDO TUS PADRES CAMBIAN, CUANDO TU

PAREJA CAMBIA.

TU VIDA CAMBIA, CUANDO TU CAMBIAS,

ERES EL ÚNICO RESPONSABLE POR ELLA.

"EXAMÍNATE.. Y NO TE DEJES VENCER"



"El mundo es como un espejo, que devuelve a cada persona, el reflejo de sus propios pensamientos. La manera como tu encaras la vida es lo que hace la diferencia".

domingo, 2 de diciembre de 2012

LA CAJITA DE LECHE

Dos hermanitos en puros harapos, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina.


Estaban hambrientos: “vaya a trabajar y no molesten”, se oía detrás de la puerta; “aquí no hay nada, pordiosero…”, decía otro…Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños…Por fin, una señora muy atenta les dijo: “Voy a ver si tengo algo para ustedes… ¡Pobrecitos!”
Y volvió con una cajita de leche.

¡Que fiesta! Ambos se sentaron en la acera.

El más pequeño le dijo al de diez años: “tú eres el mayor, toma primero…y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose”.

Yo contemplaba la escena como tonto… ¡Si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito…!

Se lleva la cajita a la boca y, haciendo de cuenta que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entre ni una sola gota de leche.

Después, extendiéndole la lata, decía al hermano:

“Ahora es tu turno. Sólo un poquito.”

Y el hermanito, dando un trago exclamaba: “¡Está sabrosa!”

“Ahora yo”, dice el mayor. Y llevándose a la boca la cajita, ya medio vacía, no bebía nada.

“Ahora tú”, “Ahora yo”, “Ahora tú”, “Ahora yo”…

Y, después de tres, cuatro, cinco o seis tragos, el menorcito, de cabello ondulado, barrigudito, con la camisa afuera, se acababa toda la leche… él solito.

Esos “ahora tú”, “ahora yo” me llenaron los ojos de lágrimas…

Y entonces, sucedió algo que me pareció extraordinario.

El mayor comenzó a cantar, a danzar, a jugar fútbol con la caja vacía de leche.

Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría.

Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia.

De aquél muchacho podemos aprender una gran lección: “Quien da es más feliz que quien recibe.”